Los grandes barcos del siglo XX despiertan curiosidad e interés. Una embarcación de la familia del Titanic, el transatlántico Britannic, da nombre a esta colección. Su efecto metálico recuerda a la oxidación que produce el agua en los cascos de los barcos y que, a su vez, marca el paso del tiempo. Un efecto que nos traslada al mar y nos hace imaginar las historias que albergó ese lujoso buque. Una de las virtudes del metal es su capacidad para dotar a las superficies de dinamismo a través de un acabado pulido, que produce un juego de luces y sombras.